TEORÍA DE LA CARCOMA
El insondable camino de la mujer del siglo XXI
por Lola Jiménez
Podría hablar de la Semana Santa y sus acólitos, de las filas interminables de pecadores arrepentidos que lleva el Cautivo, de las calles copadas de impenitentes perfumados, pero no lo voy a hacer. Y no lo voy a hacer porque hay un tema que creo más interesante, muy relacionado por cierto, con estas interminables filas de pecadores que desfilan en estos días. Pues no hay una fecha más indicada para observar en lugares opuestos -por un lado, la calle, llena de casadas, niños y abuelas; por otro, el bar, lleno de solteras y divorciadas- y discernir entre los dos modelos de mujer que están enfrentados desde que llegó la revolución sexual y cuya oposición está, precisamente en este siglo, en su punto más álgido. Pues lo cierto es que la mujer que nació en los 50 y 60 fue educada para casarse y tener hijos, pero alcanzó a vislumbrar las mieles de la revolución y muchas de ellas adoptaron las nuevas tendencias: estudiar una carrera, trabajar, probar más de un novio antes del matrimonio…, pero no sabían que esto no era más que un fugaz caramelo que, en cuanto se les deshacía en la boca, dejaba un sabor amargo y triste, “ahora ha llegado la hora de casarte y tener hijos.” La de los 70 y 80, sin embargo, está logrando desprenderse de esa lápida pesada que es trabajar en la calle y en la casa, crear una familia y acabar yendo al centro comercial los domingos para hacer las compras de la semana. Este cambio que empezó en el siglo XX está provocando a principios del siglo XXI las mayores crisis, sobre todo en la mujer de mediana edad que ve en las jóvenes actuales la mujer que ella soñó ser y no pudo, ésa que sólo pudo ser por un breve espacio de tiempo que se le clava como un aguijón en las entrañas. A ellas me dirijo y les dedico esta pequeña reflexión para que dejen los niños al papá y vengan a tomarse una copa al otro lado.
El insondable camino de la mujer del siglo XXI
por Lola Jiménez
Podría hablar de la Semana Santa y sus acólitos, de las filas interminables de pecadores arrepentidos que lleva el Cautivo, de las calles copadas de impenitentes perfumados, pero no lo voy a hacer. Y no lo voy a hacer porque hay un tema que creo más interesante, muy relacionado por cierto, con estas interminables filas de pecadores que desfilan en estos días. Pues no hay una fecha más indicada para observar en lugares opuestos -por un lado, la calle, llena de casadas, niños y abuelas; por otro, el bar, lleno de solteras y divorciadas- y discernir entre los dos modelos de mujer que están enfrentados desde que llegó la revolución sexual y cuya oposición está, precisamente en este siglo, en su punto más álgido. Pues lo cierto es que la mujer que nació en los 50 y 60 fue educada para casarse y tener hijos, pero alcanzó a vislumbrar las mieles de la revolución y muchas de ellas adoptaron las nuevas tendencias: estudiar una carrera, trabajar, probar más de un novio antes del matrimonio…, pero no sabían que esto no era más que un fugaz caramelo que, en cuanto se les deshacía en la boca, dejaba un sabor amargo y triste, “ahora ha llegado la hora de casarte y tener hijos.” La de los 70 y 80, sin embargo, está logrando desprenderse de esa lápida pesada que es trabajar en la calle y en la casa, crear una familia y acabar yendo al centro comercial los domingos para hacer las compras de la semana. Este cambio que empezó en el siglo XX está provocando a principios del siglo XXI las mayores crisis, sobre todo en la mujer de mediana edad que ve en las jóvenes actuales la mujer que ella soñó ser y no pudo, ésa que sólo pudo ser por un breve espacio de tiempo que se le clava como un aguijón en las entrañas. A ellas me dirijo y les dedico esta pequeña reflexión para que dejen los niños al papá y vengan a tomarse una copa al otro lado.
Artículo publicado en SanlúcarInformación la semana del 14 al 21 de abril de 2006.
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