El fragmento que aparece a continuación pertenece a la novela de Longo de Lesbos, Dafnis y Cloe, una de las novelas griegas más conocidas. Era la preferida de Goethe y es una de las fuentes de la francesa Pablo y Virginia.
Filetas cuenta a Dafnis y Cloe quién es Eros y sus síntomas.
Libro II, 3-4.
Estando en estos entretenimientos aparece un anciano vestido con una pelliza, calzado con una sandalia rústica, sujetando una alforja, una alforja vieja. Éste, sentándose cerca de ellos, al punto les dijo: “Yo soy el anciano Filetas, niños, el que cantó muchas veces a estas mismas Ninfas, y tocó muchas veces a aquel Pan, y he conducido muchos rebaños de vacas con la música solamente. Vengo a daros a conocer cuanto vi, y a anunciaros cuanto escuché. Tengo un huerto de mis manos, que levanté a fuerza de trabajo desde que dejé de apacentar el ganado por la vejez, temiendo en él todo cuanto producen cada estación: en primavera, rosas, lirios y jacintos, y lilas de dos clases: en verano, adormideras, peras y toda clase de manzanas, ahora vides, higos, granadas y bayas de mirto verdes. A este huerto acuden bandadas de pájaros por la mañana, unos para alimentarse, otros para cantar. Pues está completamente cubierto, y sombreado y regado por tres fuentes. Si se le quitase el vallado, uno creería ver un bosque sagrado.
Hoy cuando entraba alrededor del mediodía, se me aparece entre las granadas y los arrayanes un niño con mirto y granadas, blanco como la leche y rubio como el fuego, resplandeciente como recién salido del baño. Estaba desnudo, estaba solo; se divertía recolectando todo tipo de frutos por el jardín. Así que yo me abalancé sobre él para atraparlo, temiendo que arrancase los arrayanes y las granadas por arrogancia. Pero él sin pensarlo y con rapidez huyó, ya penetrando en los rosales, ya ocultándose entre las adormideras como una perdiz recién nacida. Y muchas veces yo me tomé el trabajo de perseguir cabritos lechales, y muchas veces me cansé de correr detrás de terneras recién nacidas. Pero éste era un joven complicado y inalcanzable. Pues, fatigado como un viejo que soy y, apoyado en un bastón y, al mismo tiempo que lo seguía para que no huyera, le preguntaba de cuál de los vecinos era y por qué quería cosechar en campo ajeno. Pero él no respondía nada, sino que permaneciendo de pie cerca, se reía muy delicadamente y me arrojaba mirto y no sé cómo me hechizó para que ya no estuviese encolerizado. Así que le pedí que viniera a mis brazos sin temer nada ya y le juré por el mirto que le dejaría marchar después de regalarle manzanas y rosas y que siempre le permitiría recolectar plantas y recoger las flores si recibía tan solo un beso suyo.
Entonces, riendo muy fuertemente, dejó escapar una voz como ni la de las golondrinas ni de los ruiseñores, ni del cisne que es anciano como yo:
“Para mi, Filetas, besarte no es ningún trabajo; pues yo deseo darte un beso más que tú volver a ser joven. Pero mira si este regalo se corresponde con tu edad. Pues nada te ayudará tu ancianidad a seguirme después de un beso. Yo soy difícil de cazar para el halcón, el águila y cualquier otro ave de los más veloces. Pues no soy un niño y aunque parezca un niño, sin embargo soy más viejo que Cronos y que todo el tiempo mismo. Y te he visto a ti pubescente apacentar en aquel monte un amplio rebaño de vacas y he estado sentado junto a ti cuando tocabas la siringa entre las encinas aquellas cuando estabas enamorado de Amarílide, pero tu no me veías aunque yo estuviese muy cerca de la muchacha. Pues a aquella te la entregué yo, y ya tienes hijos, buenos boyeros y agricultores. Ahora soy el pastor de Dafnis y Cloe, y cuando los reúno en uno como de costumbre, me vengo a este jardín y me deleito con las flores y con las plantas regadas con mis baños. Mira a ver si algunas de tus plantas ha sido cogida, ha sido recolectada algún fruto, si ha sido pisoteado algún tallo de las flores, si alguna fuente ha sido alterada; y alégrate, pues eres el único hombre que has visto en la ancianidad a este niño.”
Diciendo esto, se alzó dando gritos como un ruiseñor recién nacido hasta los arrayanes y dando pasos lentos de rama en rama a través de las hojas trepó a lo más alto. Le vio también las plumas de sus hombros y un arco en medio de las alas y ya no vio ni esto ni a él. Y si no he criado estas canas en vano ni al envejecer he adquirido un entendimiento vacío, obedecéis a Eros, hijos, y es Eros quien se ocupa de vosotros”.
Ellos estaban encantados como si hubiesen escuchado un mito no realidad y le preguntaron qué era Eros, un niño o un pájaro, y qué podía hacer. Entonces Filetas dijo de nuevo: Eros es un dios, niños, joven, hermoso y alado. Por eso se alegra con la juventud, persigue la belleza y provee de alas a las almas. Puede hacer tanto cuanto ni siquiera Zeus es capaz. Tiene poder sobre todos los principios, tiene poder sobre las estrellas y tiene poder sobre los mismos dioses. Ni siquiera vosotros podéis tanto sobre las cabras y las ovejas. Las flores todas son trabajos de Eros, las plantas todas labores suyas, por él fluyen los ríos y soplan los vientos. Yo he conocido incluso al toro enamorado y mugía como herido por un tábano y al macho cabrío querencioso de una cabra y la seguía a todas partes. Y yo mismo he sido joven y estaba enamorado de Amarílide, y ni me acordaba de la comida ni me llevaba a la boca bebida ni cogía el sueño. Me dolía el alma, me agitaba el corazón, se me enfriaba el cuerpo; gritaba como si me golpearan, me quedaba en silencio como un muerto, me bañaba en el río como si me quemara. Llamaba a Pan como ayuda pues también él estuvo enamorado de Pitis. Aplaudía a Eco cuando pronunciaba después de mi el nombre de Amarílide; rompía la siringa porque me hechizaba a las vacas, pero no me traían a mi Amarílide. Pues no había fármaco para Eros ni bebido, ni comido, ni recitado en odas, sino el beso, el abrazo y el acostarse con los cuerpos desnudos”.
Filetas, tras enseñarles tales cosas se alejó, tras recibir de ellos algo de queso y un cabrito ya cornudo; entonces, quedándose ya solos y escuchando por primera vez estos el nombre de Eros, tenían el alma trastornada por la tristeza y volviendo por la noche a los establos comparaban sus experiencias con las que habían escuchado:
“Los enamorados sienten dolor y nosotros también, se despreocupaban de la comida; nosotros nos hemos despreocupado igualmente. No pueden dormir; esto sufrimos también ahora. Les parecen que se queman, y el fuego está con nosotros. Desean verse el uno al otro. Por eso suplicamos que llegue el día rápidamente, quizá esto sea amor y nosotros nos amamos el uno al otro sin saberlo. Si, esto es amor, y yo soy un enamorado solamente; pues, ¿por qué nos duele estas cosas? ¿por qué nos buscamos el uno al otro? Todo lo que dijo Filetas es verdad. Aquel niño del jardín fue visto también por nuestro padres en aquel sueño y nos ordenó que nosotros pastoreamos cabras. ¿Cómo puede uno cogerlo? Es pequeño y escapará. ¿y cómo puede uno huir de él? Tiene alas y nos cogerá. Debemos ir en busca de ayuda a las Ninfas. Aunque ni siquiera Pan ayudó a Filetas cuando estaba enamorado de Amarílide. Dijo cuántos remedios había, esto es lo que hay que buscar: el beso, el abrazo y el yacer desnudos por el suelo. Hace frío, pero lo soportaremos siendo los segundos después de Filetas”.
Traducción: Lola Jiménez Jiménez
Filetas cuenta a Dafnis y Cloe quién es Eros y sus síntomas.
Libro II, 3-4.
Estando en estos entretenimientos aparece un anciano vestido con una pelliza, calzado con una sandalia rústica, sujetando una alforja, una alforja vieja. Éste, sentándose cerca de ellos, al punto les dijo: “Yo soy el anciano Filetas, niños, el que cantó muchas veces a estas mismas Ninfas, y tocó muchas veces a aquel Pan, y he conducido muchos rebaños de vacas con la música solamente. Vengo a daros a conocer cuanto vi, y a anunciaros cuanto escuché. Tengo un huerto de mis manos, que levanté a fuerza de trabajo desde que dejé de apacentar el ganado por la vejez, temiendo en él todo cuanto producen cada estación: en primavera, rosas, lirios y jacintos, y lilas de dos clases: en verano, adormideras, peras y toda clase de manzanas, ahora vides, higos, granadas y bayas de mirto verdes. A este huerto acuden bandadas de pájaros por la mañana, unos para alimentarse, otros para cantar. Pues está completamente cubierto, y sombreado y regado por tres fuentes. Si se le quitase el vallado, uno creería ver un bosque sagrado.
Hoy cuando entraba alrededor del mediodía, se me aparece entre las granadas y los arrayanes un niño con mirto y granadas, blanco como la leche y rubio como el fuego, resplandeciente como recién salido del baño. Estaba desnudo, estaba solo; se divertía recolectando todo tipo de frutos por el jardín. Así que yo me abalancé sobre él para atraparlo, temiendo que arrancase los arrayanes y las granadas por arrogancia. Pero él sin pensarlo y con rapidez huyó, ya penetrando en los rosales, ya ocultándose entre las adormideras como una perdiz recién nacida. Y muchas veces yo me tomé el trabajo de perseguir cabritos lechales, y muchas veces me cansé de correr detrás de terneras recién nacidas. Pero éste era un joven complicado y inalcanzable. Pues, fatigado como un viejo que soy y, apoyado en un bastón y, al mismo tiempo que lo seguía para que no huyera, le preguntaba de cuál de los vecinos era y por qué quería cosechar en campo ajeno. Pero él no respondía nada, sino que permaneciendo de pie cerca, se reía muy delicadamente y me arrojaba mirto y no sé cómo me hechizó para que ya no estuviese encolerizado. Así que le pedí que viniera a mis brazos sin temer nada ya y le juré por el mirto que le dejaría marchar después de regalarle manzanas y rosas y que siempre le permitiría recolectar plantas y recoger las flores si recibía tan solo un beso suyo.
Entonces, riendo muy fuertemente, dejó escapar una voz como ni la de las golondrinas ni de los ruiseñores, ni del cisne que es anciano como yo:
“Para mi, Filetas, besarte no es ningún trabajo; pues yo deseo darte un beso más que tú volver a ser joven. Pero mira si este regalo se corresponde con tu edad. Pues nada te ayudará tu ancianidad a seguirme después de un beso. Yo soy difícil de cazar para el halcón, el águila y cualquier otro ave de los más veloces. Pues no soy un niño y aunque parezca un niño, sin embargo soy más viejo que Cronos y que todo el tiempo mismo. Y te he visto a ti pubescente apacentar en aquel monte un amplio rebaño de vacas y he estado sentado junto a ti cuando tocabas la siringa entre las encinas aquellas cuando estabas enamorado de Amarílide, pero tu no me veías aunque yo estuviese muy cerca de la muchacha. Pues a aquella te la entregué yo, y ya tienes hijos, buenos boyeros y agricultores. Ahora soy el pastor de Dafnis y Cloe, y cuando los reúno en uno como de costumbre, me vengo a este jardín y me deleito con las flores y con las plantas regadas con mis baños. Mira a ver si algunas de tus plantas ha sido cogida, ha sido recolectada algún fruto, si ha sido pisoteado algún tallo de las flores, si alguna fuente ha sido alterada; y alégrate, pues eres el único hombre que has visto en la ancianidad a este niño.”
Diciendo esto, se alzó dando gritos como un ruiseñor recién nacido hasta los arrayanes y dando pasos lentos de rama en rama a través de las hojas trepó a lo más alto. Le vio también las plumas de sus hombros y un arco en medio de las alas y ya no vio ni esto ni a él. Y si no he criado estas canas en vano ni al envejecer he adquirido un entendimiento vacío, obedecéis a Eros, hijos, y es Eros quien se ocupa de vosotros”.
Ellos estaban encantados como si hubiesen escuchado un mito no realidad y le preguntaron qué era Eros, un niño o un pájaro, y qué podía hacer. Entonces Filetas dijo de nuevo: Eros es un dios, niños, joven, hermoso y alado. Por eso se alegra con la juventud, persigue la belleza y provee de alas a las almas. Puede hacer tanto cuanto ni siquiera Zeus es capaz. Tiene poder sobre todos los principios, tiene poder sobre las estrellas y tiene poder sobre los mismos dioses. Ni siquiera vosotros podéis tanto sobre las cabras y las ovejas. Las flores todas son trabajos de Eros, las plantas todas labores suyas, por él fluyen los ríos y soplan los vientos. Yo he conocido incluso al toro enamorado y mugía como herido por un tábano y al macho cabrío querencioso de una cabra y la seguía a todas partes. Y yo mismo he sido joven y estaba enamorado de Amarílide, y ni me acordaba de la comida ni me llevaba a la boca bebida ni cogía el sueño. Me dolía el alma, me agitaba el corazón, se me enfriaba el cuerpo; gritaba como si me golpearan, me quedaba en silencio como un muerto, me bañaba en el río como si me quemara. Llamaba a Pan como ayuda pues también él estuvo enamorado de Pitis. Aplaudía a Eco cuando pronunciaba después de mi el nombre de Amarílide; rompía la siringa porque me hechizaba a las vacas, pero no me traían a mi Amarílide. Pues no había fármaco para Eros ni bebido, ni comido, ni recitado en odas, sino el beso, el abrazo y el acostarse con los cuerpos desnudos”.
Filetas, tras enseñarles tales cosas se alejó, tras recibir de ellos algo de queso y un cabrito ya cornudo; entonces, quedándose ya solos y escuchando por primera vez estos el nombre de Eros, tenían el alma trastornada por la tristeza y volviendo por la noche a los establos comparaban sus experiencias con las que habían escuchado:
“Los enamorados sienten dolor y nosotros también, se despreocupaban de la comida; nosotros nos hemos despreocupado igualmente. No pueden dormir; esto sufrimos también ahora. Les parecen que se queman, y el fuego está con nosotros. Desean verse el uno al otro. Por eso suplicamos que llegue el día rápidamente, quizá esto sea amor y nosotros nos amamos el uno al otro sin saberlo. Si, esto es amor, y yo soy un enamorado solamente; pues, ¿por qué nos duele estas cosas? ¿por qué nos buscamos el uno al otro? Todo lo que dijo Filetas es verdad. Aquel niño del jardín fue visto también por nuestro padres en aquel sueño y nos ordenó que nosotros pastoreamos cabras. ¿Cómo puede uno cogerlo? Es pequeño y escapará. ¿y cómo puede uno huir de él? Tiene alas y nos cogerá. Debemos ir en busca de ayuda a las Ninfas. Aunque ni siquiera Pan ayudó a Filetas cuando estaba enamorado de Amarílide. Dijo cuántos remedios había, esto es lo que hay que buscar: el beso, el abrazo y el yacer desnudos por el suelo. Hace frío, pero lo soportaremos siendo los segundos después de Filetas”.
Traducción: Lola Jiménez Jiménez
No hay comentarios:
Publicar un comentario