Noticia tomada de granadadigital, en su edición de 30-04-04.
Un romano identificaba su poder con su potencia viril demostrada no sólo con las mujeres, sino también con los esclavos varones propios --nunca ajenos-- y con los prostitutos, según se desprende del estudio que sobre “Los homosexuales en el mundo antiguo” ha elaborado el profesor de la Universidad de Granada Francisco Salvador Ventura. El trabajo se incluye en el libro: “En Grecia y Roma: las gentes y sus cosas”, con edición de los profesores Andrés Pociña y Jesús María García, que ha sido editado conjuntamente por la Universidad de Granada y la Sociedad Española de Estudios Clásicos. Aunque durante mucho tiempo se ha afirmado que la homosexualidad llegó a Roma a partir del contacto con los griegos, lejos de ser así se puede documentar desde fechas bastante tempranas la práctica de relaciones homoeróticas en la Roma republicana, en las que la virilidad se identificaba indefectiblemente con la actividad, según Francisco Salvador Ventura, profesor de Historia Antigua en la Universidad de Granada, quien ha publicado un estudio con el título “Los homosexuales en el mundo antiguo”, en el libro “En Grecia y Roma: las gentes y sus cosas”, editado conjuntamente por la Universidad de Granada y la Sociedad Española de Estudios Clásicos, y en el que participan varios profesores y especialistas en el mundo clásico. Afirma el profesor Francisco Salvador Ventura, y cita estudios anteriores de Salles y Vayoneke, que “un romano identificaba su poder con su potencia viril demostrada no sólo con las mujeres, sino también con los esclavos varones propios --nunca ajenos-- y con los prostitutos. Incluso se entendía que su expresión máxima se manifestaba en el sometimiento de varones, de individuos de su propio sexo.” Para el investigador de la Universidad de Granada este hecho se puede constatar con claridad, en realidad, en varias de las comedias de Plauto o también en la rotunda afirmación de Séneca: inpudicitia in ingenuo crimen est, in servo necessitas, in liberto ifficium (la pasividad sexual para un hombre libre es un crimen, para el esclavo una necesidad, para un liberto un deber). La ilicitud de las relaciones homosexuales se presenta, sin embargo, cuando el sometido es un ciudadano romano. Según el profesor Francisco Salvador Ventura, también a los adolescentes se les consideraba como ciudadanos en potencia, “pero en Roma, a diferencia de lo que ocurría en el mundo griego, el énfasis se situaba en su carácter de futuros ciudadanos y no en el estado imperfecto, incompleto, transitorio, similar al de las mujeres”. Por tanto, para los romanos, durante la mayor parte del periodo republicano no se consideraba lícito tener relaciones con un joven ciudadano romano, aunque aún no hubiera alcanzado la plenitud de sus derechos. Incluso estaba perseguido con sanciones legales. El lesbianismo, por el contrario, era considerado por los romanos como una aberración. En este sentido, dice Francisco Salvador Ventura, “fueron herederos directos de la tradición clásica griega, en la que la mujer que no era modelo de virtudes era una criatura desenfrenada, lujuriosa, incontrolable. No se tiene, por desgracia, a diferencia de Grecia, ningún testimonio procedente de una fuente femenina. La visión masculina es unánime al respecto, aunque el tema se mencione en escasas ocasiones, en condenar las prácticas homosexuales femeninas.” Pero no siempre hubo permisividad con la práctica homosexual en el mundo antiguo. De hecho, durante los últimos siglos del imperio se asiste a un proceso de creciente hostilidad hacia las prácticas homosexuales masculinas, como ya lo había habido contra la homosexualidad femenina. Asegura el profesor Francisco Salvador Ventura que “muy acertadamente ya lo explicó P. Veyne como un proceso de transformación de una bisexualidad de estupro a una heterosexualidad de reproducción. Así, el rechazo creciente se manifestó en primer lugar en la legislación imperial hacia la prostitución masculina, rechazo que se fue extendiendo progresivamente al resto de las parcelas homosexuales. La dureza de las penas fue in crescendo, pasando por la castración de travestidos e individuos pasivos, hasta llegar a la pena capital en los últimos tiempos.”
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