jueves, 26 de junio de 2008

LA HOMOSEXUALIDAD EN GRECIA Y ROMA (I)


ARTÍCULO DE VIVIANA CAMPOS
(Articulo de Viviana Campos en LaRevelación.com)


Dice Hegel que la Historia es la forma de explicación del espíritu, porque el espíritu sólo puede pensarse por medio de la libertad. Entonces, toda Historia es historia del espíritu, es la conciencia de sí mismo del espíritu.

LA POLIS ERA COSA DE HOMBRES
En la época arcaica, sabemos que el amor que unía a un adulto con un muchacho respondía en primer lugar a la belleza del joven, que iba de la mano con la virtud. Pero la relación estaba muy lejos de ser puramente sexual, y estaba estrechamente ligada a la sociabilidad. Era para el muchacho un compañero de experiencias y de placeres. Para un joven ser amado era un signo de honor, señal de su virtud y belleza.
Por más que la iglesia católica haya tratado por siglos de que la historia fuera como ellos querían, no sucedió así. Y de manera lenta, pero segura, la conciencia -buscando su identidad- llegó a desprenderse de la mezquindad del clero y abrió sus puertas a la historia real, la que hacen los hombres.
La Historia, con vacilaciones y retrocesos, discurre irreversiblemente en una dirección que no surge de coincidencias de voluntades individuales, sino que sigue una lógica interna. En este sentido, los individuos relevantes de la Historia son aquellos para quienes sus fines particulares están en consonancia con la tendencia objetiva de su situación histórica. Esta teleología del espíritu es independiente e indiferente de los deseos de los individuos. El movimiento de la historia hacia su meta se lleva a cabo como “progreso”. Y este progreso debe entenderse sólo y unívocamente como progreso en la conciencia de la libertad, la conciencia de que el ser humano es libre en cuanto ser humano.
Así las cosas, vemos por qué, durante siglos, se divulgó una versión de la vida en la polis totalmente extraña a la real, en tanto y en cuanto formó a generaciones enteras en la creencia de que estábamos ante una civilización férreamente esclavista, y horrendamente pagana.
Pero, como siempre, “el Santo Oficio” falló y la verdad salió a la luz. En esto también podemos recurrir al buen ejemplo de Eco en “El Nombre de la Rosa”; aquí también quisieron destruir algo más que la comedia, quisieron destruir la verdad.
Pero algo de bueno hay en algunos hombres, y es su tendencia innata a saber más. Fue así que, después de años de oscurantismo, el saber académico tuvo que hablar de la sexualidad en la polis, y es más, tuvo que hablar de la bisexualidad… y se agitaron las sotanas. Pero, así fue. .. el pecado no era un concepto griego.
Como hemos visto en artículos anteriores, los dioses no tenían prejuicios a la hora de obtener el objeto de sus amores. Sabemos además que los mitos son la objetivación de un supuesto de la conciencia colectiva, del imaginario social. Por lo tanto podemos inferir que la sexualidad divina refleja ciertos usos y costumbres de los politai.
Comenzaremos por decir que hablar de homosexualidad en el mundo clásico es un tanto impreciso. Tanto griegos como romanos vivían su sexualidad de una manera muy diferente; la homosexualidad no tenía que ser una elección exclusiva, ni una desviación, ni una anormalidad, sino que se alternaba y complementaba, a veces, simultáneamente con la heterosexualidad. Por lo tanto, y con toda justeza, debemos hablar de bisexualidad. Y en Atenas, más precisamente, la homosexualidad y la pederastia ocupaban un lugar sumamente importante en la formación moral y política, en sentido estricto de los jóvenes que aprendían de su amante las virtudes del futuro polites ateniense. Es decir, aprendían la arete del polites, de su amante adulto.
Pero quede claro, y vale la aclaración dada la estrechez de miras del mundo occidental y cristiano, que en la polis “NO” se encontraban adultos persiguiendo púberes por las calles. Por el contrario, existía un código bastante estricto a cumplir durante el cortejo y del cual los amantes no podían evadirse. También hemos dicho que la oposición no era entre hetero y homo, sino entre actividad y pasividad. La reprobación social recaía en el adulto pasivo.
Los orígenes de la pederastia en Grecia deben buscarse en el pasado tribal de la sociedad anterior a Homero. Aquí, la sociedad estaba basada en la organización de clases por edad. Y por ello el paso de una edad a otra estaba acompañado de los llamados ritos de paso, y uno de estos ritos era el llamado “período de segregación”; esto es, los jóvenes se retiraban de la tribu y vivían lejos del grupo por un tiempo -periodo que era un símbolo de Muerte- al cabo del cual “renacían” a una nueva vida, ya como miembro de la edad superior. En distintas zonas de la Grecia anterior a las polis, los muchachos aprendían las virtudes que deberían hacer de ellos adultos durante este periodo de segregación, viviendo en compañía de un adulto varón, educador y amante. Los hombres adultos, los amantes, denominados “ERASTAI” y los adolescentes, los amados llamados “EROMENOI”.
Plutarco, nos cuenta que en Esparta los niños de 12 años eran confiados a amantes escogidos entre los mejores hombres de edad adulta y que de estos “aprendían a ser espartanos”.
A modo de síntesis, cito textual a E. Cantarella: “La homosexualidad griega era en su origen de tipo iniciático. Y la relación sexual con un adulto era un presupuesto social indispensable para el nacimiento de un individuo que a partir de aquel momento, asumiría el papel viril en toda su plenitud, es decir: había abandonado el papel pasivo y había asumido el papel de marido con las mujeres y el de amante con los muchachos.”
Ya durante la época clásica, que un joven tuviera relaciones con un adulto no era solo aceptable, sino que también era socialmente estimado. Y por ello en Atenas el cortejo estaba regulado por un código estricto de comportamiento que debía cumplir como condición sine qua non todo aquel adulto que amara a un muchacho. La existencia de este código es la pauta por la cual podemos probar en qué grado era aceptada la práctica de la pederastia. El amante debía cortejar al joven a fin de demostrarle la seriedad de sus intenciones, con cierta dosis de estoicismo y perseverancia.
El muchacho, en tanto, debía resistir al cortejo, a la manera de las “cortes de amor”, debía mostrarse difícil de conquistar. Si, en cambio, se mostraba ansioso o bien elegía a un amante precipitadamente, perdía su honor.
El joven debía ceder en el momento exacto, al final de un cortejo duradero y serio. Esta resistencia era la forma de poner a prueba al amante. La relación que entablarían sería múltiple: Sexual, intelectual y pedagógica.
El joven se sometía al amante y nadie consideraba que esto era una vejación ni una perdida del honor. Esto ocurría, en cambio, si los paides cedían sin respetar el código del cortejo, cuyas reglas estaban aceptadas por toda la sociedad.
Estas reglas estaban, a su vez, confirmadas por el derecho. Y a través de esto se trataba de proteger a los paides de los intentos de seducción, es decir, de protegerlos; pero esta protección estaba dirigida a evitar las relaciones que podrían ser peligrosas para los jóvenes. Y ¿cuáles eran las relaciones peligrosas? Todas aquellas en las que el amante adulto no fuera virtuoso, noble, etc. Es decir, aquellas relaciones que pudieran contaminarse de lo vulgar, y no de lo pedagógico.
Entre los 18 y 20 años se producía el cambio de rol. De la pasividad a la actividad. Ya no más amado sino amante. Pero este paso no se producía de un día para otro, sino que llevaba un periodo de años que podía llegar hasta los 25. Y era este un periodo incierto y ambivalente, “al mismo tiempo, desenfrenados y razonables”, pasivos y activos. Se trataba entonces de que en esta edad no intentaran seducir a los más jóvenes…
Pero he aquí, que sabemos que los adultos en Atenas acostumbraban a pasar gran parte de su tiempo en las palestras, y el porqué era ampliamente conocido: admirar y cortejar a los jovencitos. De allí que Atenas se preocupara de cuidar a los paides.
La pederastia podía ser de excelencia formativa o bien podía resultar peligrosa. Por lo tanto, debía desarrollarse según reglas que impidieran amores vulgares; solo eso. Los ciudadanos tenían la más absoluta libertad para vivir amores con paides que lo consintieran, si estos tenían la edad conveniente para elegir un buen amante.
¡Aster, tú que miras las estrellas!Oh, si yo fuera el cielo,podría mirarte con millones de ojos.
Platón
El célebre discurso de Esquines (“Contra Timarco”) habla justamente de esto: “¡Tenéis vosotros, los atenienses, el coraje de absolver a Timarco, que ha cometido la peor infamia! ¿Este hombre que con su cuerpo de hombre ha cometido falta de mujer?” Es decir, se prostituyó, se hizo mujer por dinero, (fue pasivo) por lo tanto debe ser condenado. Y esta condena resultaba lo peor para un ateniense: era privado de sus derechos políticos.
Pero, aquí también debemos hacer una salvedad: la hetairesis era de dos tipos, la hetairesis y la porneia. Porne era la persona que se vendía para relaciones ocasionales, y esto era reprobado tanto para el hombre como para la mujer; además, tenía una reglamentación impositiva por la cual el pornos debía pagar elpornikon telos, o sea, una tasa impositiva. Es decir, se le reconocía cierta profesión pero no ciudadanía.
Por lo demás, la polis cuidaba su premisa: la pederastia podía ser un hecho altamente formativo o bien tremendamente peligroso que se ocupaba de garantizar que la vida de los paides no corriera el peligro de caer en amores vulgares. Pero la ley no iba más allá, los ciudadanos eran LIBRES de comenzar amores con paides que consintieran, siempre que estos hubieran alcanzado la edad mínima permitida, la edad de elegir prudentemente a un amante; “los racimos aún inmaduros” eran protegidos. Esta edad era la de los 12 años, la misma edad en la que las mujeres tomaban esposo. Si antes de esta edad algún jovencito cometía un error, la “infamia” era del seductor.
Entre los 12 y los 17 años era la edad para ser amados; en cuanto aparecía el vello y la barba dejaban ya de ser apetecibles: “no sean altivos, muchachos, luego viene el vello…”, clamaba un amante desairado.
El “año divino” eran los 16, mas cumpliendo los límites de lo mínimo, no había fin para lo máximo, se podía amar toda la vida.
Leemos en la Antología Palatina:
Ardía cuando Teudis entre los otros brillaba como el sol (…)y:
Ardo ahora cuando se cubre de nocturno vello…en el ocaso el sol es siempre sol.
Estratón
Aquiles y Patroclo se amaron toda la vida. Y Eurípides amó durante toda la vida a Agatón, según los testimonios, hasta cuando el poeta tenía 72 años y Agatón 40. Ya desde su tiempo Sófocles tenía fama de amar jovencitos hermosos, pero también amó a muchas mujeres, se casó, tuvo una amante y dos hijos, pero su amor por los jóvenes jamás decayó. Esquines, cuando realizo el discurso mencionado, tenía 42 años y en el mismo declara tener todavía eromenoi.
Entonces vemos que, si bien la creación de la vida física era propia de la relación heterosexual, la creación de la vida social, hacer a un hombre como individuo social, como ciudadano, correspondía a la relación entre hombres. Al respecto dice Vernant: “entre hombres, Eros intenta engendrar en el alma del otro hermosos discursos, bellas virtudes: todas las virtudes que escapan al orden de lo mortal”.
Y así, es que llegan a nosotros numerosos testimonios que lograron sobrevivir a la quema que llevó a cabo el clero bizantino de toda la literatura erótica de Atenas. Como siempre, “Los libros arden mal” y aparecen fuentes, tanto en la literatura como en la filosofía. Nadie puede sostener hoy seriamente que Sócrates o Platón fantaseaban con sus obras o que no decían lo que dicen; eran hijos de su tiempo, ni más ni menos que eso. Lo que no es poca cosa.
A propósito, vale aquí citar el articulo, excelente, por cierto, de Devereux, quien desde una perspectiva psicoanalítica plantea una argumentación de excelencia, en la que considera que la vida sexual griega era una expresión de adolescencia prolongada en la vida adulta, tomando el término “adolescencia” en el sentido de todo lo relativo a la juventud, la juventud eterna de los atenienses y la relación entre esta juventud y el incomparable florecimiento del genio griego.
Vale la pena, llegados aquí, una palabra sobre las fuentes: en toda la obra griega encontramos testimonios del tema aquí tratado. Todo depende de “saber leer”. Es decir, manejar traducciones de excelencia si no se puede leer en griego directamente, releer con cuidado las obras de Homero, de Platón, el teatro.
Por ejemplo, si leemos atentamente Carmide o Lisis, debemos tener en claro que Sócrates no rechazaba el amor, y menos por los muchachos, que para cualquier ateniense de su tiempo eran normalmente los más apetecibles; su explícito y fundado rechazo era por las relaciones puramente carnales. O sea, encarnaba claramente aquello que estaba en la base de la pederastia, la relación formativa, pedagógica y erótica.
Sobre todo: hay que tener una idea precisa de la historia, de cómo ocurrieron los hechos; era una polis, los polites lo eran de verdad y estaban orgullosos de serlo, por lo tanto… no obliguemos a Sócrates a beber nuevamente la cicuta.

HOMO EN ROMA

“Esta costumbre de amar a muchachos libres me parece nacida de los gimnasios griegos, en los que estos amores son libres y tolerados” dice Cicerón, quien amó a Tirón, su esclavo durante toda la vida.


Para un romano la virilidad (Virtus) era una virtud pública, un deber del hombre libre, la señal de su poder; de aquí que el modelo de sexualidad romana es la dominatio del señor sobre todas sus pertenencias, materiales y humanas. Y la moral sexual romana era rígida. Estrictamente activa en los hombres libres: "la pasividad es un crimen en un hombre libre de nacimiento; en un esclavo es un deber absoluto; en un liberto, es un servicio que tiene el deber de hacerle a su patrón.” (Controversias, Séneca Padre)
La prohibición de la pasividad (impudicia) concernía en Roma a todos los hombres libre. La pudicia era una virtud de hombre libre. Y un hombre era púdico en tanto que no hubiera sido sodomizado, es decir, en tanto que es activo. Todos los jóvenes nacidos libres eran intocables. El niño era educado para no someterse nunca.
Pero aún así sabemos que en el siglo II AC. Se estableció una sanción para todo aquel que "siguiera por la calle a una mujer honesta o a un praetextatum …” (Jovencitos que vestían la toga praetexta). No es alocado pensar que si el pretor se vio obligado a dictar este tipo de norma es porque en Roma seguían a los jovencitos por la calle, tanto como a las mujeres, y los intentos de seducción de los pueri estaban a la orden del día.
Para la cosmovisión romana la máxima demostración de virilidad consistía en someter a un hombre.
El amor pasivo de parte de un ciudadano libre era un crimen tan grave como el amor sentimental o adúltero para una matrona. Pero la homosexualidad activa no era perseguida, ni mucho menos. Todo romano podía hacer lo que le placiera con una mujer no casada, una concubina, con un liberto, con un esclavo... Todo hombre activo y no sentimental era honesto. Todo placer puesto al servicio del otro era servil (obsequium), fuera hombre o mujer libre. Y de parte de un hombre era carencia de virtus, de virilidad, era impotencia. Por lo tanto, la norma era la sodomía de los esclavos por parte de los hombres.
El obsequium era el respeto del amo por el esclavo y en los primeros siglos de Roma no amaban muchachos sino esclavos. Entonces la homosexualidad era al mismo tiempo una manifestación de poder personal del dominus y una confirmación de su potencia viril, su virtus. Cosa absolutamente sin sentido para un ateniense. Pero también estaba absolutamente prohibido someter a esclavos ajenos, ya que constituían la fuerza laboral de otro ciudadano.
En el 326 AC se abolió la esclavitud por deudas. Según Tito Livio se dice que un joven romano se vio obligado a someterse a la esclavitud para saldar sus deudas, entonces su amo pretendió estuprarlo y el joven lo mato. Los romanos, entonces, abolieron la esclavitud por deudas para que no se repitieran estos hechos. Al decir de la Dra. Cantarella, es un exceso pensar que este simple hecho determino la abolición de la esclavitud por deudas, una ley tan importante en la historia social romana, pero no deja de ser sumamente interesante la valoración de la pudicitia de la sangre romana a salvo.
Valerio Máximo relata una historia similar. Según cuenta, alrededor del 330 AC Tito Veturio, hijo de un magistrado romano arruinado, se vio obligado para solventar las deudas a venderse como esclavo a Publio Poncio, que intento estúpralo. Como Tito Veturio no acepto, Publio Poncio lo hizo azotar; aún así no cedió a los deseos del amo, sino que más aún lo denunció a los cónsules que informaron al Senado y Publio Poncio fue encarcelado. Y se cumplió con la ley, ya que por más que haya sido esclavo, el joven había nacido libre, la pudicia de la sangre romana se protegía.
Aún así hay otra historia en la cual coinciden numerosas fuentes ( Plutarco, Cicerón , Quintiliano, etc. etc.). Cuenta que en el año 106 AC. Cayo Lucio, sobrino de Mario y oficial del ejército, se enamoró del soldado Trebonio. Intentó seducirlo en repetidas ocasiones, sin tener éxito. Entonces lo invitó un día a su tienda donde paso a los hechos. Trebonio, para no ser ultrajado, lo mató. Nadie se presento en el campamento a declarar a favor del joven Trebonio, por lo cual pasó a los hechos y le indicó a Mario a todos aquellos que habían sido testigos de los intentos de su sobrino Cayo Lucio. Aclarada la situación, Mario no solo lo absolvió sino que le otorgó una corona para que su pudicia fuera un ejemplo para todos.
Lo que era claro entonces es que lo que era castigado era el intento de seducción de un joven romano, es decir libre, más allá de que hubiera sido exitoso o no.
Es conveniente aclara que la palabra stuprum para los romanos tenía un significado más general. Stuprare significaba mantener relaciones sexuales ilícitas.
A propósito de esto, era legal para un romano tener relaciones con un prostituto y pagar por él, cosa que llenaba de horror a Catón. No, por cierto, la práctica homosexual, sino el dilapidar sus bienes en esto. Los prostitutos, a diferencia de las prostitutas, pertenecían al parecer a una categoría de cortesanos acostumbrados a una vida lujosa y refinada.
Ca. del 149 es aprobada la “Ley Scatinia”, aquella que regulaba el “Stuprum cum puero” (entendiendo siempre a los muchachos libres), y este pasa de ser un ilícito administrativoa ser un acto contra la ley. Antes el stuprum cum puero era castigado simplemente con una multa rogata (monto a criterio del magistrado). La gran novedad de la ley Scatinia era el monto de la multa, que pasó a ser de 10000 sestercios para lo estupradores.
Vale aclarar que en el stuprum con adultos es castigado el pasivo (molles), incapaces de someter a una mujer, por lo tanto de dominar, por lo tanto de ser romanos, porque comete “impudicitia” que en un hombre significa pasividad sexual. Si es activo no era “impudicus”.
Pero volviendo a la ley Scatinia, esta no atemorizaba a los fogosos romanos ya que se trataba de una simple pena pecuniaria. Continuaron persiguiendo pueri como siempre y no tenían escrúpulos en mostrar sus deseos por lo jovencitos, a quienes cortejaban por la calles abiertamente, incluso a los muchachos libres.
A punto tal llegaron las cosas que se vieron obligados a poner un límite. Asíse sanciona el “Edictode Adtemptata pudicitia” (aprox. 30 años después de la Ley Scatinia).
El pretor defiende a los muchachos nacidos libres, que llevaban la toga praetexta, de los amantes callejeros. Defendía a los jóvenes y a las mujeres honestas de los que los seguían por las calles “silenciosa e insistentemente”, de quienes “comités abduxit” (les alejaran la escolta), y de quienes “appellare blanda oratione”, es decir se dirigiera a los jóvenes con palabras suaves y seductoras. En definitiva, no pasaba de ser una recomendación.
Se decía en Roma que los pueri procuraban un placer tranquilo que no trastornaba el espíritu, en tanto que la pasión por una mujer sumía al hombre libre en una dolorosa esclavitud, por lo tanto pasaba a ser dominado.
Cuando un romano enloquecía de pasión, sus amigos, y el mismo, pensaban que efectivamente había perdido la razón, o bien que había caído moralmente en esclavitud. La pasión amorosa, el amor cortés, resultaba en Roma un escándalo o hacía reír.
En definitiva, la homosexualidad no era castigada nada más que en el ejército, y mayor era la pena cuanto más alta era la graduación de los implicados. Por ello las cosas se hacían con la debida discreción.
Se utilizaban desde luego los esclavos, semejantes a como eran mantenidos en las mansiones lujosas, destinados al placer del amo. Sila tenía sus favoritos. Y solían encontrarse en las campañas, montados en los mejores caballos, con todos el lujo y adorno que los romanos consideraban imprescindibles.
Vemos que desde César, “el marido de todas las mujeres y la mujer de todos los maridos”, la vida romana se desarrolló durante siglos en una doble moral que sirvió de maravillas al advenimiento del cristianismo, que aún hoy, con todos sus cismas y concilios, no ha logrado demostrar en actos lo que predica… Ni aún a fuerza de hogueras: de humanos y de libros…

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