1. Los Orígenes de la Lengua Griega.
El griego es una lengua de la familia lingüística indoeuropea. Dentro de los idiomas que proceden de este tronco común, con la comunidad de origen que resulta notoria tanto en su estructura sintáctica y morfológica como en una parte esencial del léxico, el griego es la lengua indoeuropea aún en uso que tenemos atestiguada por escrito desde fecha más antigua, y la que ha dejado una huella más honda en la tradición cultural europea.
La lengua indoeuropea atestiguada por escrito desde más antiguo es la hetita, ya que las tablillas escritas en un silabario cuneiforme de los archivos hetitas, en Hattusas, son de los siglos XVI a XIV a.C. Pero esa lengua, junto con la civilización desapareció hace treinta años.
Podemos pues seguir el desarrollo de la lengua griega desde los primeros testimonios en la época micénica, hasta el griego moderno, es decir, el idioma que se sigue hablando en la Grecia actual, van mucho más de tres mil años de una historia muy accidentada política y culturalmente, en los que se ha mantenido vivaz la lengua griega. Los primeros griegos llegaron a la península helénica desde el Norte hacia el 2.000 a.C. y se establecieron en ella y en las islas. De las gentes de la población anterior, a la que los griegos llamaron Pelasgos, tenemos muy pocos datos, aunque es probable que algunas palabras y algunos rasgos de su idioma influyeran en el griego.
2. Los Primeros Testimonios.
Los testimonios más antiguos de la lengua griega los encontramos en las tablillas micénicas de los siglos XV a XII a.C. redactadas en el silabario denominado como Lineal B. Esas humildes tablillas de arcilla, cocidas fortuitamente en los incendios de los palacios de Cnosos y Pilio, nos han conservado las primeras palabras y frases escritas en la lengua griega. Son sólo unos escuetos documentos de los inventarios o archivos palaciegos de la civilización minoico - micénica, pero de gran interés para el lingüista y el historiador del mundo antiguo. La literatura empieza con los poemas atribuidos a Homero, compuestos en siglo VIII a.C. en la misma época en que Grecia se introduce y se adopta definitivamente el alfabeto de origen fenicio.
Con Homero comienza no sólo la literatura griega, sino la tradición literaria occidental. Sus dos grandes poemas, la Iliada y la Odisea, se constituyeron pronto en los textos fundacionales de toda la literatura antigua. Se recitaban en las fiestas y los niños griegos los aprendían de memoria en las escuelas. Los griegos inventaron luego las formas literarias clásicas: tras la épica vino la lírica coral y personal, la prosa de la historiografía, la oratoria, la filosofía, los tratados científicos, y luego el teatro poético, con sus dos formas arquetípicas de la tragedia y la comedia.
3. Los Dialectos del Griego.
Esta literatura no está escrita en un griego común. Homero compone sus poemas en una forma literaria un tanto artificial, la lengua de la épica, que es la del dialecto jonio mezclado con las formas eólicas y algunos arcaísmos, mientras que la lírica personal de Safo y Alceo (ambos de Mitilene, en la isla de Lesbos) está escrita en eolio, y la lírica coral, la de Píndaro de Tebas, está escrita en dialecto dorio. En la literatura se refleja desde sus comienzos una fragmentación del griego en varios dialectos, que tienen su base en la historia y geografía de los diversos pueblos de la Grecia antigua.
Se pueden distinguir cuatro grandes grupos dialectales: el jónico - ático, el eolio, el arcadio - chipriota y el dorio en un sentido amplio, que comprende también al llamado griego del noroeste junto al dorio propio. Los tres primeros pueden agruparse en lo que se llama el griego ‘aqueo’ frente al dorio en sentido amplio.
Lo que llamamos griego clásico es el ático de los siglos V y VI a.C, la lengua de la prosa y del teatro ateniense, la forma del griego que se utilizaba en la Atenas del siglo de Perícles, la de Platón y los grandes oradores y dramaturgos.
El dialecto ático tiene desde el punto de vista de la cultura clásica, un claro predominio sobre los demás, que corresponde al papel central de Atenas en el pensamiento y la ilustración del periodo clásico. La ciudad de la democracia, el teatro y la filosofía, mantuvo un esplendor intelectual y artístico paralelo a su poder político en el siglo de Pericles y todavía después de la pérdida de su hegemonía política, siguió siendo largo tiempo el centro de la cultura griega por excelencia.
4. Distribución Geográfica de los Dialectos.
La repartición dialectal del periodo clásico era la siguiente: el jonio se hablaba en Asia Menor , las islas Cícladas, y la larga isla de Eubea; el ático, como su nombre indica, era propio de la comarca en torno a la ciudad de Atenas; el eolio estaba extendido en Tesalia, Beocia, la isla de Lesbos y la zona costera minorasiática de enfrente; el arcadio era hablado en la zona de Arcadia, en el Peloponeso, y el chipriota en la isla de Chipre; el dorio se hablaba en la mayor parte del Peloponeso, en las islas colonizadas por los dorios como Creta, Rodas, Cos, Tera, y en diversas partes del Sur de Italia (Magna Grecia) y Sicilia. El llamado griego del Noroeste muy semejante al dorio, en la región cercana al Adriático el Epiro y zonas vecinas.
El dialecto jónico está muy próximo al ático, ya que los jonios, que poblaron la zona costera de Asia Menor en los siglos X y IX a.C. procedían en general del Ática y conservaron muchos rasgos del dialecto común a sus antepasados, los pobladores de la comarca de Atenas. El jonio evolucionó desde ese fondo común arcaico a rasgos más singulares en esta zona costera, una zona próspera que muy pronto realizó importantes avances culturales de la civilización helénica: allí se desarrolló la gran épica homérica, allí surgió la filosofía y la historiografía, y con ellas la primera prosa griega. También se escribe en jonio el género poético de la elegía y el yambo. En la isla de Lesbos, de población eolia, surgieron en el siglo VI a.C. dos grandes poetas cuya personalidad y obra marcó para siempre la poesía antigua: Safo y Alceo, que escribieron en el dialecto local eolio. La tradición de las fiestas impuso el dialecto dorio para la poesía coral, que tiene en la época clásica su manifestación más lograda en los epinicios de Píndaro y Baquílides.
5. Las Lenguas Literarias.
Por un lado tenemos la división dialectal geográfica, debida a la distribución de las tribus griegas que conquistaron y colonizaron diversas zonas de ámbito helénico. Y por otro, la utilización de un dialecto u otro según las convenciones literarias que impusieron en los varios géneros poéticos una u otra forma por tradición. Así a la repartición dialectal geográfica puede superponerse esta otra, artificial, del lenguaje literario. Por ejemplo, tanto Hesiodo como Píndaro eran de la región de Beocia, pero el primero, como autor épico compuso sus poemas en el mismo dialecto que Homero, mientras que el segundo escribió sus odas corales en dorio.
Los dialectos literarios convencionales, eran bastante distintos de la lengua coloquial hablada en una determinada región, y a la vez el carácter panhelénico de la gran poesía favorecía el que esos dialectos literarios fueran entendidos bien por toda Grecia. No hubo relación en Grecia entre formas dialectales y sentimientos nacionalistas, ya que todos los griegos participaban en la gran tradición cultural común, la mitología comunitaria, y la lengua griega genérica por encima de todos los rasgos dialectales minuciosos y peculiares, que no impedían la clara y mutua comprensión entre unos y otros griegos.
6. La Koiné o lengua común.
Con todo, los dialectos griegos fueron desapareciendo al extenderse el uso de la lengua griega como la lengua de cultura y uso comercial y civilizador en todo el Mediterráneo oriental y en los territorios conquistados por Alejandro Magno, a finales del siglo IV a.C. y administrados luego por sus sucesores. Aunque el imperio universal de Alejandro se fragmentó en varios reinos, se mantuvo la unidad cultural superpuesta a las lenguas locales. La lengua común griega o koinè dialektós, se impuso como una especie de lingua franca en todo un inmenso dominio cultural (desde las fronteras de la India hasta Egipto y de allí hasta el sur de Italia) como el vehículo de la civilización y la cultura, con un impulso arrollador.
El griego fue la lengua de la cultura en todo el ámbito de la civilización helenística, en su etapa alejandrina y después. En esa civilización de ansia universal y de enormes horizontes, ya no importaban las sutiles divergencias o tonos dialectales, sino que se usaba para la comunicación una forma de griego que había borrado todas esas variantes menores. La Koiné se había formado esencialmente sobre el ático, la lengua de los grandes prosistas, oradores y filósofos, pero sin conservar ciertos arcaísmos de ese dialecto e incorporando algunos vocablos del jonio y del dorio. En ese mundo helenístico ya no era Atenas la capital cultural, sino que durante siglos el helenismo de ideales cosmopolitas irradiaba desde otras grandes ciudades, más populosas que la vieja ciudad de Pericles, como Alejandría, Pérgamo, Éfeso, o Antioquía, y el griego era usado por gentes de orígenes y razas muy diversas.
La koiné era la lengua a la que se tradujeron los textos del Antiguo Testamento y en la que se escribieron los del Nuevo, la que utilizaban los filósofos y los mercaderes, los gobernadores de Oriente, ya fueran griegos o romanos, la que escribieron los autores de más renombre y los más populares del helenismo, sea cual fuera su procedencia, incluso en los siglos áureos del Imperio Romano, como hicieron por ejemplo, Plutarco, Luciano, Plotino o novelistas como Heliodoro. Los romanos hablaban y escribían griego en la zona oriental del Imperio, y en Roma se estudiaba el griego en las familias patricias o con intereses culturales. Era la lengua de la filosofía y de la ciencia. Es muy sintomático que el emperador Marco Aurelio (120 – 180), cuya familia no tenía relación alguna con Grecia, escribiera sus apuntes más íntimos o Soliloquios en griego.
7. El Griego Medieval o Bizantino.
Desde que Constantino trasladó la capital del Imperio Romano a Constantinopla, en el año 330 hasta la conquista de esta ciudad por los turcos en el año 1453, el centro del poder político y cultural helénico pasa a esta ciudad situada a orillas del Bósforo. La ciudad de Constantino, con sus tres nombres, Constantinopla, Bizancio o Estambul, se convirtió pronto en una nueva metrópoli, capital de un Imperio que se sigue llamando Romano, aun cuando después de Teodosio ya no sea el centro de todo el Imperio, sino tan sólo de la mitad oriental. Pero el imperio Romano de Oriente va a sobrevivir diez siglos a la caída de la vieja Roma, arrasada pro Alarico en 410 y a la destrucción del Imperio de Occidente cuyo último emperador es depuesto por los bárbaros en 179.
En esa larga etapa histórica de tantos siglos, el Imperio de Bizancio conoce épocas de esplendor y una tormentosa agonía. Sus fronteras van reduciéndose, sus relaciones con el mundo latino son difíciles, su Iglesia ortodoxa se escinde de la de Roma, Constantinopla sufre los horrores de la conquista en la cuarta cruzada en 1204, pero sigue siendo el baluarte de una civilización y el centro que conserva la tradición y especialmente los textos clásicos antiguos. Tras la caída de Constantinopla, esos textos llegarán a Occidente a través de Italia y darán como fruto el Renacimiento. Durante muchos siglos en el Occidente bárbaro se ignora el griego, mientras que en éste pervive como lengua del mundo bizantino. Es el griego medieval o bizantino, la lengua de Bizancio.
Tras la caída de la ciudad, tomada por los turcos, ya no quedó ningún poder político o un Estado que protegiera la lengua. Estambul fue entonces una espléndida capital otomana, de lengua turca. Los griegos estuvieron sometidos al imperio Turco hasta bien entrado el siglo XIX. Ellos siguen hablando griego en un país empobrecido mientras que de la prestigiosa civilización del mundo antiguo persisten en la antigua Hélade tan solo las ruinas que descubrirán los viajeros románticos. En esos siglos, del XV al XX, el Humanismo recupera en Occidente los textos clásicos, que se copian y estudian con fervor, primero en Italia y luego en otros países. Renace el conocimiento del griego clásico a partir de los manuscritos traídos por los sabios escapados de Bizancio, que se traducen y editan, se comentan y sirven de estímulo a toda la cultura del Renacimiento y luego de la Ilustración, y a partir de ahí surgen los estudios filológicos sobre el Helenismo y la Grecia Clásica que culminan en las Universidades de Europa de los últimos siglos.
8. El Griego Moderno.
Hasta el siglo XIX no vuelve a ser considerado el griego hablado como un idioma oficial, el de la nueva Grecia libre. Se restaura entonces la cultura griega y el uso de la lengua después de esos siglos en que fue ante todo de uso furtivo, coloquial y muy poco escrita. Este idioma ha tenido algunos problemas para definir ciertos usos de la norma escrita eligiendo entre las presiones conservadoras de los partidarios de una escritura más arcaica ( la purificada o Katharéousa) y las de los más modernos (partidarios de la popular o Dimotikí) que han acabado imponiendo sus criterios. De ahí viene el griego actual, que refleja una notable evolución desde la lengua de la koiné y la bizantina, en su fonética, morfología, sintaxis y en su léxico, pero a la vez una clara continuidad, y es ahora una más de nuestras lenguas de Europa.
9. Importancia del Griego como Lengua de Cultura.
La lengua griega es la de la historia más larga de todas las que conocemos. Desde mediados del segundo milenio antes de Cristo hasta nuestros días llegan los testimonios del griego. La muy rica documentación en textos muy diversos de épocas muy distintas nos ofrece un extenso conocimiento de su evolución y sus dialectos. Es por otra parte, una lengua de estructura gramatical compleja, que ha conservado bien los rasgos lingüísticos de la familia indoeuropea. Y un idioma de gran flexibilidad formal, ágil sintaxis y extraordinaria riqueza léxica. Es un instrumento verbal de gran precisión y elegancia para expresar los matices y aspectos del mundo real. Por todo ello merece una estacada atención de los estudiosos.
Pero el conocimiento de la lengua griega resulta mucho más importante aún por otra razón: la de su lugar en la Historia como punto de partida de la cultura occidental. En Grecia encontramos las raíces de nuestro modo de pensar y expresar el mundo, y muchos de los logros iniciales y decisivos del rumbo de la cultura europea se expresaron y pensaron por primera vez en palabras y conceptos griegos. La aurora del pensamiento occidental se dio en Grecia hace más de dos mil quinientos años. En Grecia nacieron los géneros literarios clásicos, además de las formas artísticas canónicas de la tradición occidental.
Primero fue la épica, con las dos grandes epopeyas de Homero, la Iliada y la Odisea. Luego la lírica en sus varias formas; y más tarde el teatro, con sus dos formas de la tragedia y la comedia, ambas surgidas en la Atenas clásica. La filosofía, la historiografía y los primeros tratados en prosa de intención científica, como los tratados médicos de Hipócrates y sus discípulos, surgieron en la Jonia ilustrada. Y la oratoria, la crítica literaria, la historia, la filosofía, la medicina, la matemática, las Ciencias Naturales... encontraron su culminación en la Atenas de la época de Tucídides, Hipócrates, Platón, Demóstenes y Aristóteles.
Más adelante, la ciencia griega continuó su curso en periodo helenístico, en el Museo de Alejandría y en otras ciudades. El espíritu científico griego viene a consolidarse de modo cabal, ya independizado de la filosofía, en las matemáticas de Euclides y Arquímedes, en las astronomía de Ptolomeo, y en la medicina de Galeno. Los orígenes de la Historia de la Ciencia son griegos. Y aún nos sorprenden los avances conseguidos pro esos sabios griegos en tan remoto periodo y con tan exiguos medios tecnológicos. Pero la huella del saber enciclopédico y la ambición filosófica de Aristóteles y Platón perdura además a través de la influencia de sus escuelas filosóficas: el Liceo y la Academia.
10. La Cultura Griega en Roma.
La huella de la cultura griega se advierte muy bien en todos los campos de la alta civilización de Roma, donde ya la poesía y la mitología se despliegan impulsadas e impregnadas de helenismo importado, tanto en el teatro como en la elegía y en la épica. La filosofía romana es traducción y comentario de las ideas de las escuelas filosóficas griegas. En Roma hubo discípulos de las escuelas de filosofía helenísticas, de los cínicos, de los epicúreos, los estoicos, los escépticos, los neopitagóricos y los neoplatónicos. El influjo griego en la oratoria no fue menos notable que en la escultura y en la arquitectura. No en vano los más distinguidos romanos viajaban a Grecia para educarse o tenían preceptores griegos. Los romanos copiaron las estatuas griegas para adornar sus bibliotecas y palacios del mismo modo como habían copiado los textos clásicos. Adaptaron y continuaron la herencia literaria y cultural de Grecia.
Y es a través de la versión romana y las traducciones latinas como Occidente conoce luego mucho de la sabiduría griega. Sin olvidar que también los árabes serán transmisores de ese mismo legado helénico, especialmente en aspectos científicos, como la medicina, la astronomía y las ciencias naturales. No debemos olvidar ese importante papel de los árabes como comentadores y transmisores de una parte del legado griego a Occidente durante el medievo.
11. Resurgir de los Estudios Griegos en el Renacimiento.
Durante la Edad media Europa desconoció por completo el griego. La anotación típica en un margen de un viejo manuscrito: Graecum est, non legitur (es griego, no se lee) pudo caracterizar muy bien un periodo de siglos de ignorancia del saber antiguo. Pero luego, al resurgir con el Humanismo renacentista los estudios de la lengua griega, con las numerosas y cuidadas traducciones de los clásicos, y los amplios y minuciosos comentarios a esos textos, recobraron el legado antiguo. Pronto volvieron los doctos de toda Europa a adentrarse con tesón y entusiasmo en el estudio y recuperación de todo el mudo clásico helénico; fueron pioneros los sabios italianos en los siglos XIV y XV, con personalidades como las de Lorenzo Valla o Angelo Poliziano, y de Italia irradió con fuerza irresistible el movimiento humanístico en todas direcciones. Y de ese anhelo de estudiar el panorama del saber griego vienen los estudios de la Filología Clásica que aún perviven en nuestras universidades y el aprendizaje del griego en nuestros centros de enseñanza.
La huella del tan impresionante bagaje cultural es muy notable en aspectos muy evidentes de nuestro mundo, como en el léxico científico de origen griego o los que usamos en nuestra charla cotidiana sin advertir su procedencia. Todavía nos es imprescindible el griego para ahondar en aspectos originarios de nuestra cultura. Y no hay un instrumento mejor que la lengua para conocer, acercarse metódicamente y avanzar por los caminos de este atractivo mundo helénico.
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