viernes, 9 de noviembre de 2007

Con la Afrodita Anadiomene en las manos




El pasado 8 de diciembre con motivo de la celebración de la Inmaculada Concepción en Sanlúcar se erigió una estatua que costó 27.000 euros al Ayuntamiento. Este hecho fácilmente dado a la confrontación entre católicos y ateos, pues todos contribuimos con nuestros impuestos a las arcas del Ayuntamiento, ha levantado más de una discusión a pie de calle. Con vísperas a este día se publicó en este mismo periódico un artículo que elogiaba la conferencia que había ofrecido la historiadora Mª del Carmen Rodríguez Duarte sobre el dogma cristiano de la Inmaculada Concepción de la Virgen y su relación con el culto a la diosas-madre en la Antigüedad. A estas alturas no es ningún secreto que la religión cristiana es producto de un sincretismo religioso, cuyo origen se localiza en Judea. Fundamentalmente surgen de algunos grupos sociales desfavorecidos de Judea así como de las colonias judías situadas en Asia Menor, que, oprimidos por el Imperio Romano, esperaban la salvación de un Mesías, “rey de los judíos”, enviado por Dios. Otros antecedentes al cristianismo son el culto judaico al Hermes Trismegisto, antiguo dios griego de la ganadería y la agricultura, del que se decía “salvaría a sus fieles” y otro culto popular al antiguo dios agrícola frigio Sabazio, idéntico al Dioniso griego y que era visto como un salvador. Fueron igualmente influyentes las religiones mistéricas como el culto a Mitra o la diosa-madre, así como la filosofía platónica y la moral estoica romana. El culto a la Inmaculada Concepción se explica, por tanto, como una manifestación del cristianismo que entronca con esta tradición de adoración y culto a las diosas-madre. Hasta aquí estamos de acuerdo. Pero, creer que este hecho los acredita para proteger su culto así como para defender un lugar destacado de la mujer en la religión cristiana me parece un insulto a la inteligencia. ¿Cómo pueden enarbolar la bandera del feminismo a través del culto a la diosa madre Inmaculada, ocultando con tan sutil velo su desvergonzada naturaleza? La propia denominación “Diosa-Madre” es ya revelador de la esencia de su culto: la maternidad. Resaltar esta función que la naturaleza ha regalado a la mujer es precisamente propio de las sociedades patriarcales como la griega, la romana y la judía, de las que surgió precisamente el germen del cristianismo. Las representaciones de estas diosas-madre existen desde hace más de 30.000 años. Estatuas de barro o piedra que representan a las diosas con las caderas anchas, el vientre y los senos prominentes, resaltando los rasgos propios del sexo femenino y en muchos casos de una posible gestación en curso. El culto a estas diosas simboliza, como sabemos, la veneración de la creación y la regeneración de la vida, y, por tanto, perpetúa a la mujer en su papel de madre y cuidadora de la familia, propio de las sociedades patriarcales. En el siglo V a. C los griegos tenían como objeto de su amor a efebos y hetairas cultas y elegían entre el pueblo raso a hembras actas para el parto y de las que sólo esperaban alguna función más sublime como la administración de la economía doméstica. ¿Os suena? Nihil novum sub sole. Al menos los griegos sabían que tenían que visitar el lecho de sus esposas, pues éstas no concebían por el espíritu santo, ¡ay! ¿Qué he dicho?
Está claro que el Dogma “Sine labe concepta” no hace más que divinizar aún más, si cabe, el hecho de la maternidad y que estamos nuevamente ante una de esas telas de araña-aparentemente invisibles-que tejen las sociedades patriarcales-entre ellas la Iglesia Católica- para relegar a la mujer al papel de Mater amantissima. De esta manera extienden su trampa y niegan a la mujer otras esferas, haciéndoles creer que su función principal en la vida es la de traer hijos al mundo. Así promocionan sus grandes familias numerosas, las mismas que últimamente han llenado las calles de mensajes coercitivos de derechos tan fundamentales como la libertad que tiene el ser humano a elegir y amar libremente. Agnósticos y ateos de Sanlúcar, ahora que los católicos tienen su Inmaculada Concepción en la Plaza del Pradillo, solicitemos nosotros para la próxima estación un monumento al amor. Despojemos a la diosa madre Inmaculada de su túnica, transformemos a los ángeles en los vientos que deslizan a Afrodita anadyomene de Botticelli hacia la orilla sembrada de flores por la Primavera. Ésta sí que es una celebración de la vida de espíritu libre y hedonista, erótico y festivo como el canto a Venus del epicúreo Lucrecio. ¿No es acaso el amor la única religión del mundo? ¿Alguna vez algún ser humano ha sido más bello, divino y virtuoso que cuando está bajo la mirada del ser amado?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Cierto, Lola, pero eres andaluza, tierra de María Santísima, y sabrás que el dogma de la Inmaculada nace en Sevilla. Hay un verso de la época que lo recuerda: "Todo el mundo en general a voces Virgen Escogida proclama fuiste concebida sin pecado oroginal". La religión católica y la Ortodoxia recoge este culto sincretista pero no estoy de acuerdo con que sea solo pagano sino que María el mar amargo y la llena de gracia es el gozne que conecta la época de la luz con los tiempos oscuros y los dioscuros para los cuales los griegos tenían una fiesta Anaklipeia. Yo acabo de publicar otro artículo en mi blogg sobre este tema que considero apasionante. El feminismo perronero no me vale. No injuriemos a la diosa. Espero que puedas ofrecerme tus puntos de vista al respecto. Soy periodista y archivero. Creo que en Sanlucar tu tierra acaba de morir una mujer grande pero rebelde la marquesa de Medina Sidonia. espero tus comentarios al respecto. Gracias. Un abrazo
Antonio Parra

Rita dijo...

No es marquesa...es duquesa. Perdón por la corrección pero hay que hablar con propiedad.

besos RITA.