jueves, 17 de abril de 2008

El mito de Dánae
















Según se relata en la Metamorfosis de Ovidio (IV, 611-613), Dánae era hija de Acrisio, rey de Argos y de Eurídice. Este rey supo por un oráculo que su nieto le arrebataría el trono, por lo que decidió encerrar a su única hija en una torre de bronce con el fin de que no llegase a conocer a ningún hombre y por tanto impedir de esta manera llegar a tener una descendencia que con el tiempo pondría en peligro su vida.
Una vez Zeus se percató de la belleza y los encantos de la joven princesa prisionera, decidió poseerla. Para ello se metamorfoseó en lluvia de oro y entró en la torre en donde se encontraba Dánae.
Las razones de su cambio de forma habría que buscarlas tanto en su interés de no despertar las sospechas de su esposa Hera (que desde el engaño y muerte de Sémele, se ha convertido en una diosa celosa que despierta el miedo en las futuras amantes del padre de los dioses, ya que temen seguir su mismo destino), como en el interés de poder burlar la vigilancia de Acrisio.
Tras las relaciones de Zeus con Dánae, ésta queda embarazada y da a luz a Perseo. El rey de Argos, que no se cree la fecundación divina, manda que ambos sean arrojados al mar en un cofre. Finalmente arribarán en la isla de Céfiros donde serán salvados y recogidos por Dictis, hermano del tirano Polidectes. La leyenda latina, a diferencia de la griega, situará el desembarco en la costa del Lacio donde Dánae se casará con Pilumno y fundará la ciudad de Ardea.
Con el tiempo y después de algunas hazañas, Perseo herirá mortalmente, aunque sin quererlo, a Acrisio durante la celebración de unos juegos en el que el héroe lanzaba un disco. Cumpliéndose de esta manera la antigua profecía.

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